lunes, 24 de junio de 2013

viernes, 29 de junio de 2012

La Bolivianita El color del amor


La Bolivianita
El color del amor


El Isosó gritaba y suplicaba por cada uno de sus grietas, para que su recia  tierra sintiera un poco de agua y refrescara su tan marchita tierra lastimada por el sol y el calor, estos enemigos  intentaban matar de apoco y tristemente al gigante Isoseño y a sus indios.
Qué triste fue  saber que cada uno de estos indios  suplicaba ayuda   a Su Ñamandú (dios padre) para que ayudara y los salvara de su triste  sufrimiento, y también los libere de Aña (fuerza del mal); pues ningún mal había hecho esta gente, pero Aña se había encargado de  lastimarlos con la muerte de sus hijos pequeños,  había cubierto de lagrimas a sus mujeres por sus pechos secos, sin leche para amamantar a sus hijos; y la comida era tan escasa, que aun yendo por donde  termina el sol o cuando comienza, no encontraban alimento; y a veces, muy de vez en cuando, se encontraban  un charco de barro que no servía para saciar la sed; pues el rio Parapetí había sucumbido a la maldición de Aña y se había secado por completo. Los hombres se  lamentaban por  éste tiempo,  nunca  en su historia se había sabido de castigo alguno como este, ¿qué mal pudo haber hecho alguno de ellos, para enojar  tanto a Aña  y haber impedido que su amado Ñamandú  no hiciera nada por ellos?
Mbói chini,  el Mburuvicha (gran jefe) de la tribu, estaba sumamente  afligido por la desgracia de su pueblo, e intentaba que el Payé (chaman) hable con sus dioses para aplacar la gran desgracia de la tribu, pero el ya viejo Payé, débil de tanto intentar hablar con Ñamandú y pedirle que quite la maldición  de Aña,  una mañana apareció sin vida, tieso como la impresión del pueblo; ya nadie podía ayudarlos, nadie podía sosegar su sed, ni alimentar al hambriento.   Sentado en la gran casa del pueblo Mbói chini lloraba por la muerte del Payé, pues era el único vínculo entre su dios y el pueblo, y se lamentaba y lamentaba, sin saber que pronto otra desgracia sucumbiría a él y a pueblo.
Buscando caza por las cercanías del rio Parapetí, que antaño era una fuente de  riqueza  de vida, donde la caza era buena y el agua dulce, pero ahora era una herida abierta en medio del Isosó, kavure'i  hijo único del Mburuvicha  de la tribu, fue en busca de alimento y accidentalmente  o quién sabe, tal vez continuaba el castigo del pueblo, fue mordido por una serpiente cascabel (casualmente llamada Mbói chini). Lenta y dolorosamente  fue despidiéndose de este mundo; causando el desespero total de la tribu  y en especial del Mburuvicha que encolerizado por  su gran desgracia, perdiendo a su único heredero, echó una ñe'êngai (maldición) a Aña y juró vengarse y dar su vida, y hasta la de su también única hija Panambí (mariposa).
Panambí, una hermosa Kuñita, un poco gastada por la sequia y el hambre, pero  aun así era sumamente bella, consolaba a su dolido padre y entre  lagrimas  y ruegos, pedía a suplicas a Ñamandú  que cuide a su padre por haber maldecido a Aña, que sin duda castigaría con la muerte al pobre Mburuvicha. Ñamandú había escuchado el ruego de Panambí.
Una noche de luna llena, cuando solo faltaba poco para que el Sol anunciara su llegada; aun hasta esa hora se escuchaba los lamentos de los desdichados indios; cuando de pronto apareció una silueta de hombre grande que venía del oscuro del Parapetí. Caminaba lentamente hacia la gran casa, con paso firme y con arma en mano. Éste hombre que podría ser peligroso para la tribu; pues era un desconocido, y era muy común en esos tiempo las guerras y tal vez este hombre vino con otros y fuese una trampa. Todos los hombres se prepararon e intentaron someter al intruso para interrogarle su procedencia y sus intenciones de su llegada; pero la increíble fuerza de este enorme indio hizo que todos los hombres salieran volando por todos lados; el Mburuvicha   pensando que era Aña, pues su asombrosa fuerza no era humana, se lanzó hacia El, y con toda su furia  intentó matarlo con su mazo, pero  de un solo golpe dejó inconsciente al eufórico  viejo. Con  una potente voz de hombre valiente, sin miedo a los muchos hombres que había en esa tribu, clamó ser un enviado de Ñamandú: -hombres, solo eso son, cómo se  atreven a querer luchar con kuimba'e Tupâ (hombre dios)- decía con gallardía e ímpetu, y los indios temían por cada  palabra que kuimba'e Tupâ decía. Lo reverenciaron de inmediato, era el hijo de su Dios así que todos ellos buscaban la manera de adorarlo.
Ya amaneciendo se pudo divisar que era un Cunumi hermoso, alto, marcados músculos, pero lo más impresionante eran sus ojos verdes, pues con sus rasgos y su piel de broce hacían que sea aun más bello.
Este hombre-dios llegó a la tribu para liberarlos de su miseria, venció los poderes de Aña sobre el pueblo, abrió los cielos y dejó caer la ansiada lluvia que se vertía por toda la tierra seca, llenándola de vida, reviviendo al Parapetí y dándole su belleza nuevamente,  cubriendo de un verdor que en muchos años no se había visto y la imponencia del paisaje llenaba los ojos verdes de  kuimba'e Tupâ.
Este hombre-dios de ojos verdes, hijo del gran Ñamandú vio su obra  hecha; dejó ver  su poder y el sometimiento de los elementos a su antojo, mostrando ser el salvador de este pueblo,  llenando de esperanza a los corazones de estos miserables hombres, que no encontraban salida a su desgracia, hasta la llegada de kuimba'e Tupâ, su salvador. Los indios agradecidos por los milagros que sucedieron en la tribu,   adoraron a Ñamandú  por mandar  a su hijo. Nuevamente aparecieron sonrisas en esta tribu que sufrió tanta hambre y muerte hasta que sus ruegos fueron escuchados.   
Esa noche, de calor sereno y ambiente tranquilo, se hizo una fiesta en  honor a kuimba'e Tupâ que llenó de felicidad nuevamente a la región; con la música bien suya, con sus bailes y su cantos, mostrando sus tradiciones y el encanto de sus mujeres, especialmente  de la bella Panambí que sin darse cuenta este  hombre-dios fijó sus imponentes ojos verdes en la bella Panambí, quien bailaba alrededor la fogata nocturna  encendida  en el medio de la tribu, Panambí también miraba inmutable a kuimba'e Tupâ; fue una noche única para ellos, pues se dieron cuenta que empezaba a crecer un amor sin límites, aun fuera en contra de la naturaleza, pues una Kuña (mujer) no podía estar  con un Tupâ (dios), pero no les importó en ningún momento, luego de esa noche, y varias noches más, fueron encontrándose y amándose. Panambí le demostró que una Kuña podía darle el amor que un Dios  necesitaba, ese amor de india que no se puede resistir. Sumisa y dulce lo conquistó.
Kuimba’e Tupâ se enamoró totalmente de Panambí, y también ella, que en tan poco tiempo él le había robado el corazón y dado una felicidad que nunca ella había imaginado.
Una mañana calurosa, pues siempre el verano en el isosó  es sumamente cálido, pero el viento de madruga refrescaba el día, y más a nuestro kuimba'e Tupâ que feliz paseaba por la gran casa y miraba a los indios recostados con sus familias, con tranquilos semblantes, no como la primera vez que los vio, con sus ojos gastados de tanto llorar y débiles de tanto sufrir. Ya  empezaba a amarlos,  y en especial Panambí, pensando que podría quedarse eternidades con ella; sin embargo, ese no era el plan del gran Ñamandú.
Al ver que su hijo estaba siendo enamorado por una simple Kuña; esa misma mañana Kuimba’e Tupâ fue arrebatado por Ñamandú  quien se lo llevó y en muchas lunas no se supo nada de él. La pobre Panambí lloró y esperanzada esperaba a su indio de ojos verdes; pero pasaron los días y las noches y un verano y otro; y nunca  volvía, ella ya  estaba perdiendo la esperanza de su regreso... qué tristeza fue para ella saber que muy probablemente nunca más vería a su Kuimba’e Tupâ. La tribu también estaba  triste por su partida, pero poco a poco lo olvidaron, pues la mucha comida y caza los distaría, ya no pensaban en cosas tristes sino en sus comodidades; y así mismo se olvidaron también de su amado Ñamandú.
Una noche, cuando Panambí dormía escuchó la vos de Kuimba’e Tupâ que en susurros la llamaba; y encontrándose con él vio que estaba muy débil, pues había escapado de su padre, y había vuelto para salvarla a ella, ya que esa tribu se había vuelto insolente y no adoraban a Ñamandú, además una de sus mujeres había enamorado  a su hijo,  lleno de ira Ñamandú destruiría la tribu al amanecer.
Queriendo advertir a su gente, Panambi fue  y a visó a su padre para que pueda ayudar  a las personas a escapar de la furia de Ñamandú, mas  su padre no hizo caso a la Kuña y siguió durmiendo,  aun así ella informó a quien podía encontrar, pero fueron pocos, pues la noche  se había llenado de borrachos que no creían en castigos. Esta  gente se había llenado de una incredulidad desafiante.
La triste Panambi fue llevada  en brazos de Kuimba’e Tupâ por los cielos  muy lejos de esas  tierras, que pronto fueron arrasadas por la furia de Ñamandú, sí, como Kuimba’e Tupâ  había predicho,  al amanecer las destruyó  sin piedad; no dejó rastro alguno del pueblo y  nunca más se  supo de aquella tribu.
Panambí sumamente  triste  por la destrucción de su pueblo lloraba, pero también estaba muy feliz por estar  con amado indio de ojos verdes, que aun débil cruzaba por esa tierra castigada por Ñamandú, maldita desde entonces, hasta llegar a  otras más verdes y mas vastas, que se regaban por enormes ríos y la vegetación era muy espesa, con animales hermosos, de colores únicos, y lagunas frescas; fue cuando Kuimba’e Tupâ, aun débil, paró entre dos lagunas muy bellas, (nosotros las conocemos como La Gaiba y Mandioré) descansó durante varios días, pues la fuga del reino de su padre no había sido nada fácil, ya que las cosas  que tuvo que hacer fueron desgastantes, no sabemos qué hizo,  pero lo que sí sabemos es que estaba tan cansado y débil que parecía un mortal.
Mientras Kuimba’e Tupâ descansaba por el viaje, Panambí, la bella Kuña, quedó extasiada por la belleza de estas nuevas tierras, y sus lagunas que la cautivaron tanto, estas fueron el consuelo y alivio de la pérdida de su amado e inicuo pueblo, y en especial de su padre. Al despertar Kuimba’e Tupâ vio que estaba con su Kuña, y no era sueño como él pensó, se besaron, se amaron, se prometieron  tanto amor que ni las lagunas soportarían tantas promesas.
Panambí pidió quedarse en ese hermoso lugar, y desde  ese momento fue su  refugio, un lugar donde nadie podía impedirles su amor, Ñamandú nunca los pudo encontrar, desaparecieron del mundo y se sumergieron en su amor.
Pasaron  muchos años, muchas alegrías; el impotente verdor, inmutable en el infinito fue el hogar de estos seres que nunca pudieron tener descendencia,  tal vez sea por maldición de  Ñamandú, de todas maneras nunca se supo. Fue su pequeño dolor  que nunca pudieron sanar, pero no impidió que se amaran más. Panambí ya no era la Kuña hermosa que conquistaba a dioses, los años ya habían entrado en su cuerpo, llenándola de arrugas y cansancio, aun tenía el fuego del amor en sus ojos, pero el cuerpo estaba despidiéndose de este mundo; tanto amarse con su Kuimba’e Tupâ, tanto amar sus ojos verdes, la desgastaron hasta que con una sonrisa en el rostro de la mano con su amante eterno, se despidió de este mundo, feliz de haber teniendo la aventura de su vida: su propia vida.
Kuimba’e Tupâ  se olvidó que  alguna vez fue un dios, pero su cuerpo  empezó a recordarle que no era un indio cualquiera, pues mientras los años marcaban la piel de su amada Panambí, pero a él su piel aun era fuerte y brillante, sus ojos no perdieron nunca su fuerza, y su amor nunca se cansó de Panambí; de pronto, sin darse cuenta que el tiempo valía mucho para ellos, los mortales,  vio morir a su amada Kuña en sus manos, con una sonrisa, sin dolor, feliz de haber  amado tanto;  mientras él se ahoga de dolor, por perder a su kuña.
En medio de las dos lagunas la enterró, siempre Panambí amó ese lugar;  días y noches lloró Kuimba’e Tupâ, sintiendo la amargura de estar sin ella, lloró tantos días que fue difícil contarlos, y las noches eran testigos de lamentos profundos, como si fuera las de un dios en pena; y el verdor imponente caía suelto a su melancolía. Hasta que en una de esas  noches, de tanto llorar en esas tierras, Kuimba’e Tupâ vio que sus lagrimas  al secarse  se volvían en piedras, muchas de ellas penetraron la tumba de Panambí antes de secarse; la fusión de los verdes ojos del indio-dios, mas el amor  perfecto que vivieron estos dos seres y por último las lagrimas que con el tiempo se fueron convirtiendo en piedra, un color que solo puede recordar, no un amor de dolor y llanto, sino un amor que fue feliz, estos dos, Panambí y Kuimba’e Tupâ nunca se cansaron de amarse, fue un sueño placentero toda la vida de Panambí, y por ese amor el color de las lagrimas de un dios hechas piedras, mas el amor que vivieron,  se tornaron en un violeta genuino.
Nunca más se supo de Kuimba’e Tupâ, se dice que se volvió un ave para cruzar el mundo, llorando su lamento, y buscando a su Panambí en otros mundos; pero esa es otra historia.

El Mesiaz

martes, 8 de mayo de 2012

Sin Uñas


Ya en mi exilio


Busco aferrarme, ya sin uñas,

A las paredes del recuerdo


Negándome  a ser el gran perdedor


De nuestros sueños perdidos


Cuando será  que el viento


Me toque con tu sonrisa


Y me borre la  tortura de tus  ojos


Que  como lunas me siguen


E iluminan el manto negro


De mi soledad



¿Seré de nuevo el peregrino errante


Que camina por las nubes del tiempo?


¿Cruzaré los confines del olvido


Para llegar  al beso tuyo?




Ya sin uñas…


Con lamento miro tus lunas


Y ansío volver  a ver  tus soles


Iluminando mi primavera 


                                                                                         EL Mesiaz

viernes, 4 de mayo de 2012

Otoño Dorado





Juntos de la mano 

Pasean por su otoño dorado; 

Sonrisas y abrazos

Y su lento caminar 

Son medallas ganadas 
En la batalla de la vida 






El tiempo ya olvidado 

En las primaveras de antaño 

Y en los besos de jardín 
Detrás de los veranos inocentes



Ya el fuego juvenil se ha perdido 

Pero el volcán perenne del amor maduro 

Viaja inalcanzable por sus miradas, 

Llenando de vida a los cuerpos cansados 



Juntos de la mano 

Pasean por su otoño dorado 

En camino a su dulce ocaso 

Recordando sus primaveras y veranos 
Agradecidos por sus tormentas y sequias 
Y las lagrimas que limpiaron 
El camino de sus vidas. 





El Mesiaz



sábado, 28 de abril de 2012

Blues Desde el sur profundo de Memphis, hasta el indómito infinito.


Blues

Desde el sur profundo de Memphis, hasta  el indómito infinito. 


El eco del pasado nos llama  nuevamente al escuchar la música de aquellos  Negros, que con sus pasos cansados por largas  jornadas  en los campos de algodón que se dirigían a  su reunión, ya en  su nueva condición  de  hombres libres  para  cantar  su música, muy suya por cierto; esa que  alivianaba las pesadas  cargas del trabajo, y daba alegría y consuelo a  sus vidas, esa música que  comenzó con un inocente  tinte  religioso,  enriquecida por sus originales voces, y sus  esencia africana que poco a poco  sin percatarse de lo que estaban creando llenaron de su música al mundo entero.

Desde el “sur Profundo”  de los Estados Unidos en Memphis Tennessee, aun se puede  ver por sus calles antiguas y calurosas las imborrables imágenes de los  inicios del Blues;  cuando solo un pequeño puñado  de afroamericanos cantaban sus lamentos  del final del día, a un buen ritmo e ingenio, llenos de  sentimientos,  callando su  pobreza de hombres  libres, que sin opresión y su disgregación cultural no encontraron limites para dar inicio al Blues. 
El Blues, por su origen,(aproximadamente  entre 1870 a 1900)  aun siendo melancólico y duro desde sus inicios, nunca tuvo miedo de sí mismo y siempre  estuvo dispuesto a  abrirse a otros estilos,  pues, comenzó  solo con cantos vocales y ritmos muy  africanos; sin embargo,  fue  creciendo en musicalidad,  copiando de sus vecinos más cercanos como los redneck  o escoses  y los irlandeses, que   ayudaron a dar  forma y fusionar los ritmos africanos  y darle  variedad y fuerza   para  que pueda  entrar por todos los Estados  Unidos.
La industria estadounidense de publicación de partituras  produjo gran cantidad de música  Ragtime.   Hacia 1912, esta  industria  publico tres composiciones  asociadas al Blues, precipitando la adopción de elementos de Blues por parte de Tin Pan Alley: Baby seals´ blues  de Baby F. Seals, Dallas Blues de Hart Wand y cómo  poder olvidar  a Memphis Blues de W.C. Handy.
Handy fue músico, compositor y arreglista bien formado, que  ayudó  a popularizar el Blues transcribiendo y orquestando en  casi cualquier género sinfónico, con grupos y cantantes. Se convirtió en un compositor  famoso y prolífico, denominándose a sí mismo “EL Padre del Blues”.   
Handy, con muchos otros  más, dieron un poder ilimitado al futuro del blues,  pues alimentaron enormemente   a  la rica y fantástica  música  afroamericana. No podemos olvida r  que  aun creciendo  en técnica  y estilos, el Blues nunca  cambio de  esencia, su música  de fuerte  pensamiento se  fue  acoplando a los movimientos sociales de la historia, por ejemplo  al de “los derechos civiles” en los 60´,  que surgió  a causa de la desigualdad racial; esto hizo que sus letras cambien y se  acoplen a la vida  estadounidense,  aumentando y  reivindicando su esencia afroamericana. El Blues y sus músicos hablaban de temas  como el racismo, problemas políticos o  la guerra de Vietnam, lo cual no era muy usual para  aquella época. La grabación de J.B Lenoir y su famosa canción Alabama Blues  dice lo siguiente: 

Never will go back to Alabama that is not the place for me.
You know they killed my sister and my brother,
and the whole world let them peoples go down there free.
Original en inglés
Nunca volveré a Alabama, ese no es el lugar para mí
Sabes que mataron a mi hermana y a mi hermano,
y el mundo entero dejó a esa gentuza largarse por ahí libres.

Traducción al español
Esto muestra que  el Blues  crecía junto con el tiempo y que  se transformaba y daba paso a nuevos estilos, de pensamiento y música;  artistas como B.B. King y su  virtuosa técnica hizo que se le llamasen “el rey del blues” , ya que  sus instrumentos  se  diversificaban,  el  no solo usaba  instrumentos de cuerda sino también de  viento y dio paso  a la diversificación y también mezcló géneros del Blues. Esto también influyó a que otros estilos de música  se llenasen del Blues.
Para 1970 el Blues ya había  salido de las fronteras  de  los Estados  Unidos y   recibió una  muy buena  acogida  del pueblo inglés, y de Europa en general,  creado así su  propio  genero (British Blues) y dando origen a grupos de renombre mundial, como:  Alexis Korner, The Rollin Stones,  los irlandeses Them; estos  interpretaron canciones clásicas de blues  de los  subgéneros Delta Blues y Chicago Blues. 
La repercusión del Blue s es  enormemente grande, se podría  decir que sus géneros musicales, sus estructuras, melodías y la escala blues han influenciado a muchos otros géneros musicales como el Jazz, el Rock and Roll y la música  Pop. Artistas  renombrados del Jazz, Folk o Rock and Roll como Louis Armstrong, Miles Davis, Elvis Presley y Bob Dylan tienen en su haber varias grabaciones importantes de Blues.
La trascendencia fundamental que tiene el blues dentro de la historia de la música es increíble, pues  desde  sus bases se  creó la  actual muisca moderna, con sus ritmos y melodías,  se trasformo el pensamiento musical   del hombre, haciendo resurgir nuevos ritmos, llevando la imaginación y creatividad del hombre  a lugares  que no se podía llegar.
Volvamos al principio de nuestra  historia, desde  el “sur profundo”  de Memphis, donde  empezaron  los afroamericanos cansados por las jornadas cantando sus lamentos  de vida, y aumentado su ingenio que poco a poco, sin darse  cuenta  conquistarían el mundo con su música.


sábado, 12 de noviembre de 2011

Sabanas de Barro

Ellos, como dos nubes en trueno
Se unen en los antiguos huracanes
Que hace tiempo dejaron
En las sabanas de barro

El, creador de senos perfectos,
Maestro de besos a media noche,
Testigo fiel de gemidos perpetuos;
El Alfarero de la mujer indómita.
Ella, con la luna en vientre
Y los ojos a fuego lento
Destilando agua viva de su manantial perdido…
Envolviendo al Fausto alfarero
En piernas de sueños.
Con la inocencia herida
Y el cansancio ganado…
Ellos, como nubes en trueno
Que entre trueno y trueno
Dejaron lo eterno,
Y solo barro en las sabanas.


El Mesiaz

jueves, 11 de febrero de 2010

Uyuni... salar eterno


En la inmensidad perpetua
Donde la poderosa paz
Mitiga todo ramalazo
Y la sal realmente es vida,
Nacen monstruos perpetuos
Fundidos en una blancura
Que arrolla todo horizonte

Agua y sal… nada más.
Un lugar donde hay dos mañanas,
Dos ocasos que nacen y mueren,
Un descomunal espejo, donde la realidad
Es una fantasía onírica
Y el sueño es nuestro sublime paisaje

Inmensidad que quiebra el alma
Del extranjero embelezado,
Soledad que merma recuerdos
Ajenos a este cielo sin tierra,
Blancura que suprime al arco iris
Y a su belleza…

el mesiaz

Aroma a lluvia

Gritan los cielos vastos,
Donde gigantes grises destellan y encrespan,
Los vientos sacuden a este verdor indomable
Que va perdiéndose en su infinito…
¡Y gritan y soplan!
Anunciando la llegada de la vida
Y esta tierra que la suplica y la invoca;
Lanzando conjuras para sentirla
¡Sed agobiante, mortuoria!

¿Ya lo olvidaste como era?
Cuando en tu felicidad brotaba hierba virgen
Y tus flores cubrían de aromas
Al descomunal cosmos…
Y entonces, como un milagro pedido…
Después gritos y soplos cantados,
Llega a torrentes el regalo bendito:
Lluvia… magia hecha vida…

Las hojas, como arlequines bailan gozosas,
El verdor… ¡mas verde aun!
Se inunda de sublime júbilo
Y la tierra, ¡dichosa tierra!
Se funde en el aguacero, hasta no dejar rastro
De su sed mortuoria, la que la hacia magra.

Ahora, embebida en vida
Deja su aroma a lluvia.

el mesiaz

viernes, 29 de enero de 2010

viajera sin nombre

La noche cae desnuda en su infinito tardío
Y es esclava de las lunas verdes
De ella, la viajera sin nombre,
No es parte del tiempo ni del inmutable aire
Sino de alguna canción que alguna vez te escuchó…

Canción que canta la noche cuando el lobo
Lamenta ser fiero y lanza el aullido sin fin,
Devastando tiempo y sonido,
Brotando estrellas con cada lamento sufrido;
Y eso es todo ¡y nada!

Viajera sin nombre
Olvida que la luna es plata y recúbrela de tus verdes,
Castiga a esta infiel maldita
Que hizo de la noche un olvido umbrío
Y su manto gris es solo un recuerdo ufano

Noche triste, noche hermosa…
Deja que la viajera sin nombre juegue con tus manos
Y te cante la canción que alguna vez te escuchó
Cuando escapaba del tormentoso recuerdo
En busca del jinete del olvido, aquel que cobró su nombre
Para darle sosiego y llegar pura a tus manos

Noche… abre tus manos y entra en su piel
Deja tu aroma de lluvia en su voz
Y se parte de la canción que alguno cantará
Cuando el lobo lamente ser fiero.



el mesiaz

potro

Como todo viajero me embarqué entre nubes y piernas,
Bebí de cada copa, de cada beso,
Ebrio de besos, siempre buscaba mas copas.

Y como todo viajero le bailé un tango al olvido
Y como todo maldito le hice el amor al recuerdo
En suaves sabanas de cristales rotos
De unas antiguas copas que vacías se rompieron

¡Soy férreo, viajero sin nombre, poderoso!
Crucé todos los mares del dolor, ebrio.
Escalé montaña tras montaña, derramando cristales
Arrasé selvas vírgenes, sin miedo, sin prisa.
Siempre contento de cada victoria
Brindando entre copas y besos.

¿Y el amor?
Terreno jamás conocido, ni deseado.
Estoy sobrio, vagando en su camino infinito,
Sangrando de tantos cristales en la piel,
Sin olvido, sin recuerdo, por ser mal amante.
Ahora perdido en mi soledad.